Hay noches en que el neón de la ciudad parece parpadear al ritmo de mis pensamientos. Salgo del trabajo sin prisa en el andar, y como siempre, camino hacia la estación. Ha sido un día más. Aunque han pasado más de tres décadas también. La cinta ya ha girado muchas veces, y la monotonía, en algún momento, dejó huellas por aquí y por allá. Pero no olvido: aún no he alcanzado el clímax de esta historia que llamo vida. Me doy cuenta de que hay más sueños pendientes que logros celebrados. Más preguntas que respuestas. Y sin embargo… aquí sigo. El tiempo no corre, fluye. Y yo, como un protagonista que aún busca su arco final, avanzo, avanzo con la esperanza de encontrar algo más: autenticidad. Ya de niño soñaba con ser un hombre libre, valeroso, incorruptible, diferente. Hoy me pregunto si ese niño estaría orgulloso del hombre en el que me convertí. Tal vez sí, tal vez no. Pero al menos intento ser ese personaje que él, alguna vez, imaginó... Me detengo cerca de la puerta del...