Para muchos, el silencio es ausencia. La falta de publicaciones en redes sociales se interpreta como olvido. El no estar disponible todo el tiempo se traduce como desconexión. Pero para mí, ese silencio es otra cosa. Es enfoque. Es compromiso. Es una elección deliberada de vivir una vida distinta. Una vida estoica, donde el ruido no tiene poder, donde la mirada está dirigida hacia adentro y no hacia afuera. Hay días en los que simplemente me desaparezco del mundo. No porque huya, sino porque regreso a mí. En un tiempo donde lo visible vale más que lo verdadero, elegí un camino que se anda con pasos firmes, aunque sean invisibles. Elegí no documentar todo, porque aprendí que no todo lo valioso necesita ser mostrado. Que el proceso interno tiene un brillo que las cámaras no capturan. He aprendido —a veces a la fuerza, otras por simple intuición— que no se trata de tener más, sino de necesitar menos. Que la verdadera riqueza no está en lo que se acumula, sino en lo que se puede solta...