Hace poco me encontré atrapado en una rutina que parecía no tener fin. Entre responsabilidades académicas y la agenda ajustada de cada semana, noté cómo la monotonía comenzaba a apagar el entusiasmo. Fue entonces cuando me hice una pregunta que terminó convirtiéndose en un punto de inflexión: ¿Qué necesita realmente mi perfil profesional para destacar? O, más profundamente aún: ¿Qué se requiere para que el ejercicio de mi profesión vuelva a encender esa chispa de motivación? No busqué respuestas inmediatas. Me tomé el tiempo para observar, cuestionar, y sobre todo, escuchar en silencio. Y lo que descubrí fue claro: El tiempo es demasiado valioso como para ocuparlo en tareas que no nutren ni el propósito ni la identidad. Más trabajo, más responsabilidades, más productividad... no significan necesariamente más sentido. Mientras exploraba nuevas metodologías de estudio y formas autodidactas de aprender —especialmente aquellas que no vienen con un certificado o una insignia socialment...